jueves, mayo 20, 2004

DECLARACION DE SOLIDARIDAD CON CUBA ANTE LAS NUEVAS AGRESIONES DEL IMPERIO

Con motivo de la nueva escalada de agresividad contra el heroico pueblo de Cuba y ante el anuncio de brutales medidas que recrudecen aún más la agresiva política imperial contra quien se atrevió a desafiar el hambre y el analfabetismo, formando hombres nuevos capaces de gestar ellos mismos su futuro forjando su historia con firme autodeterminación.

Nosotros, luchadores sociales que vemos en Cuba un ejemplo de dignidad y entereza no podemos permanecer indiferentes ante las agresiones de aquellos que sin ninguna autoridad moral pretenden condenar y constituirse en paladines de los derechos humanos cuando ellos mismos no son capaces de generar las mínimas condiciones para que sus ciudadanos puedan vivir con
dignidad, más aún tienen el coraje para condenar a tan noble pueblo; pero son hipócritamente cobardes cuando se los invita a condenar al imperio por sus inocultables violaciones a los derechos humanos de los detenidos en la base naval de Guantánamo.

Por último, reafirmamos nuestra solidaridad y amistad con el pueblo de Cuba en estos duros momentos.

Reafirmamos "QUE SI TOCAN A CUBA SE LEVANTA EL MUNDO". Nosotros creemos que Cuba es el faro que nos indica cual es el camino hacia la LIBERTAD Y DIGNIDAD.

Por este motivo hacemos nuestras las palabras pronunciadas por Fidel el pasado 1º de mayo y decimos que estamos dispuestos a defender la REVOLUCIÓN y sus gloriosos ideales hasta la última gota de sangre. Y como el Che decimos:

¡Hasta la victoria, siempre!

¡Viva Cuba Revolucionaria!


Coordinadora de Trabajadores Desocupados "Aníbal Verón" / Movimiento Teresa Rodríguez (MTR) / Movimiento 29 de Mayo /
UTL / Coordinadora de Unidad Barrial (CUBA) / Movimiento Independiente de Jubilados y Desocupados (MIJD) / Movimiento Territorial Liberación (MTL) / Asamblea Popular Barrial de San Telmo / Coordinadora de Barrios en lucha (CTA) / Federación de Trabajadores Combativos (FTC) / Sindicato de Trabajadores de la Educación de Esteban Echeverría / Sindicato de Trabajadores de la Educación de Ezeiza / Movimiento Antiimperialista por la Paz (MAP)

Ciudadanos del mundo... Yo declaro:

Una vez más el odio, la soberbia y la arrogancia del imperio intenta entorpecer la marcha de los pueblos a través de su máximo exponente, el señor Bush quien se proclama defensor de los “derechos humanos”, cuando antes, luego y después de Iraq, no sé en qué corte podrá juzgarlo definitivamente esta humanidad que ha de decir basta y echar a andar después de tanto genocidio..

Esta vez más envilecido, apoyado por aquellos que con falta de decoro lo llevaron a presidir un pueblo de la manera más indigna y cínica (compra - votos) pueblo que no merece más engaños, este Sr. Bush se vanagloria desde su demencia junto a cubanos apátridas, ambiciosos e inescrupulosos en sus intentos para invadir a nuestro territorio.

¡Qué poco nos conocen, cuánto odio para contra nuestro pueblo! No tienen la más mínima idea moral como para entender lo noble del sentimiento de los más de diez millones de cubanos que defienden las conquistas alcanzadas a pesar del bloqueo y la asfixia que ha venido soportando en tantos años.

Eso no acaban de entender los que desde Miami continúan con la fanática idea de hacer retroceder la historia. ¿A qué patria es a la que se quiere liberar, la de los más de diez millones de cubanos que salen a las calles para abrazar su Ley Primera, a la de unos pocos que cabe en un puño y busca la ostentación y el yugo?

No estamos en la década de los cincuenta, tampoco de los sesenta. Hemos ganado en preparación, conocimientos, aspiramos a seguir disfrutando de la paz y el trabajo, del amor y la solidaridad, a no renunciar a la esencia de ser.

Seguirán encendidos mis versos en esta lucha por la justicia, por nuestros sueños y nuestras realidades.

¡Levántense hombres de los pueblos y no permitan la avalancha de la marea!

A ciento nueve años de la caída en combate de nuestro José Martí, siento cabalgar a nuestro legendario ejército aguerrido guiado por la única bandera, esa, la de la estrella solitaria, la que jamás será declinada.

Hasta la Victoria siempre



Lic. Juanita Pochet Cala

Escritora cubana

La Plata, 19 de mayo de 2004


La sonrisa del emperador
Por Atilio A. Boron

La sabiduría popular asegura que no hay bestia más peligrosa que la que está malherida. El imperialismo está malherido. Proclamó su victoria en el ridículo discurso que pronunciara George W. Bush disfrazado de piloto militar en la cubierta de un portaviones en la bahía de San Diego sólo para convertirse en un conspicuo sepulturero de casi mil soldados, mercenarios, guardias privados y civiles norteamericanos a manos de quienes supuestamente los habían recibido con los brazos abiertos. Hoy, la preocupación excluyente de la Casa Blanca es la de cómo salir de Irak lo antes posible: los nativos parece que aprendieron rápido lo que palabras tales como "derechos humanos", "libertad" y "democracia" significan cuando las pronuncian en inglés, sea de labios de Bush o de Blair, y están despidiendo a sus liberadores con un indigesto cóctel de metrallas. Se impone entonces una retirada. El servil sirviente español ya es un cadáver político y los soldados dominicanos, mañosamente reclutados por Aznar, ya están de vuelta. El mayordomo inglés siente que se le mueve el piso bajo sus pies; no sólo porque no logra introducir un mínimo de racionalidad en la carnicería iraquí sino porque ni siquiera consigue que el rústico vaquero le devuelva los súbditos de Su Majestad arrojados en Guantánamo. El escándalo de las fotos y videos tomados en la cárcel iraquí está carcomiendo el frente interno más rápidamente que durante los años de Vietnam y demuestran fehacientemente que el proceso de putrefacción del imperio, antesala de su ineluctable derrumbe, se encuentra más avanzado de lo que muchos creían. Para colmo, en el mismo gobierno se profundiza una escisión entre dos líneas: la liderada por Donald Rumsfeld y la Señorita Rice (ninguno de los cuales jamás tomó entre sus manos un M-16) y la comandada por Colin Powell. En síntesis: en las alturas del estado norteamericano ya no saben qué hacer, y el "liderazgo" de George W. no les ayuda mucho que digamos a la hora de encontrar el rumbo correcto. Como lo demostró en su momento Afganistán, arrasar a un país no significa controlarlo. Irak reactualiza hoy esa enseñanza.

La voz de orden es huir cuanto antes del infierno, pero es preciso fingir serenidad y dominio de la situación. La inestimable ayuda de los medios de comunicación cada vez más monopolizados por la burguesía y la multibillonaria industria publicitaria harán posible, tal vez, disimular la derrota. De lo que se trata es de maquillar el revés y hacerlo aparecer como si fuera una aplastante victoria que abre camino a la constitución de una nueva autoridad iraquí. Para eso nada mejor que apelar a esa incomparable sonrisa eternamente dibujada en el rostro del jefe de los invasores, enigma que supera al que suscita la sonrisa de la Gioconda. Si en ésta podría conjeturarse que la misma delataba una sensualidad reprimida por los rigidísimos cánones morales de la época, la crónica sonrisa del presidente norteamericano, en cambio, es de otro tipo. Es la misma que exhibía Mark David Chapman, el infame asesino de John Lennon cuando lo sorprendieron con el arma todavía humeante luego del magnicidio. Es la del sujeto cuyas pocas luces le impiden adquirir conciencia del desastre que producen sus acciones, y entonces sonríe; sonríe porque el mundo le resulta demasiado complejo para su simplicidad intelectual y demasiado tentador dada la impunidad que le otorgaba, en un caso, el del magnicida, su anonimato y, en el del emperador, su poder.

Pese a sus limitaciones su instinto político le dice que necesita un enemigo externo para ganar las elecciones. Irak ya no le sirve porque entre los muertos y las fotos la carta de triunfo se ha convertido en un salvavidas de plomo. La crisis palestina amenaza con salir fuera de control, Afganistán y el Asia Central parecen ser ingobernables y para colmo en la India se produjo la caída de su peón y el retorno de una Gandhi al gobierno. Por eso el emperador, con su característica sonrisa, se acuerda de la Doctrina Monroe y se repliega en América Latina para recuperar el aliento. Sus medidas son claras, y responden a una suerte de acto reflejo dirigido a eliminar a sus dos grandes preocupaciones en la región: Fidel y Chávez. En primer lugar, manda endurecer aún más el criminal bloqueo practicado contra el pueblo cubano, en una vil maniobra motivada por sus necesidades políticas y con total indiferencia ante los sufrimientos que ella va a provocar. Supone que tal medida encontrará un eco favorable en la comunidad cubana del sur de la Florida. Sus amigos le dicen que son todos exiliados políticos y que están allí porque detestan a Castro. Sus asesores asienten inclinando la cabeza, pese a que cualquier estudiante de primer año de sociología les habría demostrado que el exilio cubano no es diferente del mexicano, ecuatoriano, dominicano o peruano y que está motivado fundamentalmente por causas económicas. Esa comunidad ahora sufrirá también ella las consecuencias de las brutales decisiones tomadas por Bush. La mayoría de esa gente salió de Cuba para ayudar económicamente a su familia. Ahora ya no podrán. Y aprenderán, como ya lo saben los cubanos que se quedaron en Cuba, que Estados Unidos tiene preparado un programa para "democratizar" a Cuba cuyos primeros pasos prácticos pueden verse en las fotos y videos tomados en la cárcel de Abu Ghraib. Esta es la manera como Washington "enseña democracia" en todo el mundo.

Pero las ambiciones presidenciales no terminan allí. Venezuela es otra espina más, y el desparpajo de Chávez una presencia intolerable, sobre todo después que algunos recientes y muy confiables informes han llegado a la conclusión de que su subsuelo albergaría más reservas de petróleo que la mismísima Arabia Saudita, lo cual excita la codicia sin fin del imperialismo. Aquí un bloqueo no es posible, y menos en las condiciones actuales. Pero por allí andan los paramilitares colombianos, siempre tan comprensivos con las necesidades del imperio, para dar una mano y acabar con Chávez aplicando el plan que tan buenos resultados diera en Nicaragua: reclutar algunos pobres tipos y disfrazarlos de "contras"; convertirlos luego ­-otra vez, gracias a los medios- en "combatientes por la libertad"; apoyar a esas fuerzas para que ocupen una porción del país en una zona remota y fronteriza y la declaren "zona liberada" de la tiranía chavista; convocar de urgencia, en cuestión de horas, a una conferencia extraordinaria de la OEA, siempre lista para atender a las urgencias del Tío Sam, para que haga un llamado a la concordia y la pacificación nacional reconociendo la legitimidad de los insurrectos armados y financiados por el imperio y la necesidad de iniciar conversaciones para facilitar una "transición" que quite a Chávez del medio. Luego entrarían a jugar los tradicionales mecanismos de manipulación ideológica, chantajes y sobornos, la rápida organización de una coordinadora democrática y, finalmente, la liquidación de la revolución bolivariana.

Para ello la Casa Blanca cuenta con el incondicional apoyo de la mayoría de los gobiernos de la región, que hace rato abdicaron de cualquier pretensión de sostener una política exterior relativamente independiente de la dictada por Washington. Para muestras basta un ejemplo: el reciente voto de México en contra de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU fue oficialmente anunciado por la Casa Blanca al mismo tiempo de que el presidente Vicente Fox decía a los periodistas de su país que su gobierno estaba discutiendo cual iría a ser la postura mexicana en tan urticante cuestión. En pocas palabras, al procónsul le ahorraron el trabajo y el emperador se encargó por su cuenta de decirlo. Si eso ocurre con México fácil es comprender el atropello que el imperio ejerce sobre países aún más débiles que éste.

Estados Unidos cuenta también con importantes socios en la región: los personeros de la mafia enquistada en Miami, una ínfima minoría de la comunidad cubana radicada en dicha ciudad, que también tiene sus representantes en Venezuela. Su jefe, el zar de los medios venezolanos y uno de los más importantes de América Latina, Gustavo Cisneros, controla los más importantes canales de televisión, y todo el grupo se reparte el control de las radios y la prensa gráfica. Incluso se dan el gusto de financiar, gracias al auxilio oficial norteamericano, a un periódico, El Nacional, que está económicamente quebrado hace años pero que cumple una importante misión en la frontal batalla ideológico-política contra el gobierno. Fue seguramente por casualidad que los paramilitares colombianos fueron hallados en una finca situada en las afueras de Caracas propiedad del "gusano" Robert Alonso. Y también fue casual que en ese mismo momento Roger Noriega denunciara ante la inefable Sociedad Interamericana de Prensa los supuestos atropellos a la libertad de expresión en Venezuela, uno de los pocos países latinoamericanos en donde, pese a los insultos diarios a la figura presidencial y al gobierno de Chávez, no hay un solo periodista procesado, preso, exiliado, asesinado o desaparecido.

Los estrategos del imperio parecen ignorar que Cuba, que resistió cuarenta y cinco años de bravatas y provocaciones, dará también cuenta de Bush hijo como ya lo hizo antes con Bush padre; y que Venezuela, con Chávez o sin él, ya nunca volverá a ser lo que era antes. Allí radica el núcleo duro de la revolución bolivariana, más allá de las evidentes limitaciones que exhibe en otras cuestiones. Por eso, torpe y degradado moralmente; malherido y temeroso, el imperio pueden llegar a promover iniciativas tan feroces como descabelladas en un vano intento por detener lo inevitable. Los pueblos de América Latina deben estar concientes de esta situación, y estar preparados para resistir renovadas presiones y presenciar los más aberrantes ataques a sus ansias de justicia, libertad y democracia.

martes, mayo 18, 2004

EDUARDO PAVLOVSKY

Cuba es un ejemplo ético de mi generación

El famoso actor y psiquiatra argentino habla de Cuba como referente espiritual, de su manera de hacer teatro y de cómo logra combinar el ejercicio de esta profesión artística con la Psiquiatría

Por: Aracelys Bedevia


“En el teatro hay que improvisar, o si no, irse a dormir. Meyerhold siempre lo decía y yo también lo siento así. Hay que estudiar el personaje y dejar que pase al cuerpo, tomarlo con pasión, sentir lo que se dice.

“Todo mi teatro es corporal. Me gusta entrar en el público. A veces la creación me resulta dolorosa, pero en general me ocasiona un profundo placer. Mi manera de actuar está muy relacionada con la intensidad, los afectos, las emociones. No sé decirte mucho más porque yo no sé demasiado de mí. Cada vez me aburre más el teatro por el teatro. Prefiero tomar la creatividad del lado en que nace y no del que termina”.

El destacado actor y psiquiatra argentino, Eduardo Pavlovsky, conversó con JR poco después de realizar una demostración de su próxima puesta en escena.

“Lo que hemos compartido en este ejercicio actoral —dijo— es la creación de un personaje. En este momento estoy preparando un espectáculo sobre uno de los más grandes innovadores del teatro del siglo XX, el ruso Vsevolod Meyerhold.

“No hay un texto escrito, sino una obra que está por concebirse y va naciendo en cada ensayo. Voy tomando de él lo que me interesa y dejo que pase al cuerpo, porque todo está en el cuerpo del actor”.

—¿Qué ocurre cuando un actor se dedica, como usted, al teatro político?

—Uno se da cuenta de que escribe teatro político cuando molesta demasiado, pero en realidad esa no es mi intención, sino describir lo que voy sintiendo. Hay muchos dramaturgos argentinos a los que no les interesa la política; están aburridos de ella, “son postmodernos”, dicen. Escriben y no les afecta tanto, pero a mi sí, porque he vivido el exilio, la lucha y soy marxista desde hace muchos años.

“Me interesan los temas polémicos. En el año 1974 me pusieron una bomba en el teatro, porque la obra que presentaba trataba de la tortura. En otra ocasión, cuando la dictadura, me fueron a buscar para apresarme y logré escapar por casualidad”.

—El personaje que usted interpretó en ese ejercicio actoral fue acusado de casi todo ¿Qué tienen ambos en común?

—Hay una diferencia sustancial. Meyerhold fue acusado de traición, cuando era un militante comunista honesto. Lo que tenemos en común es que mis obras han sido prohibidas por la dictadura, por el régimen militar. Me tocó el exilio y vinieron a buscarme. Hasta llegaron a ofrecerme que suspendiera las funciones.

“A Meyerhold le bullía la creación, no lo dejaba vivir y a mi, con la obra que estoy montando sobre la vida de este hombre, me sucede parecido. Haga lo que haga, todo el tiempo está en mi cabeza, como un loco, pero eso me hace vivir.

“La anarquía es otra característica de ambos. La personalidad mía es muy anárquica. Me fascina no sentirme capturado por ninguna institución. Eso genera un sentimiento de soledad, pero también de libertad”.

—¿Cómo logra combinar la Psiquiatría con el teatro?

—Trabajo la psicoterapia de grupo y el psicodrama. Esta última técnica aborda los conflictos a través de la dramatización. Decidí desarrollarla, porque un día haciendo psicoterapia de grupo, descubrí que los niños se curan inventando juegos y eso me pareció asombroso. Creo seguir siendo, junto con Rojas Bermúdez, el precursor de este instrumento en Latinoamérica.

“Como médico me recibí muy joven, hace 48 años y fue fácil combinar ambas cosas, porque de entrada hubo una amalgama de posibilidades de hacer teatro, investigar y estudiar.

“La primera vez que subí al escenario fue en 1954. Entonces no tenía nada que ver con la actuación, pero cuando lo hice sentí que algo raro me pasaba, como cuando uno ve a una persona que le atrae y se queda como loco”.

—Ha dicho usted que el teatro, más que la Psiquiatría, es lo que le ha permitido comprender el alma humana. ¿Es eso realmente posible?

—Sí. La experiencia del teatro es muy interesante. Hay que meterse en el personaje, cabalgarlo, sentirlo, ubicarse en sus puntos de vista, y eso me ha permitido comprender mucho la subjetividad del ser humano. Desde la ciencia es más difícil hacerlo. Mucho de lo que he escrito en Psiquiatría ha sido después de hacer teatro.

—¿Por qué prefiere vivir de la Psiquiatría?

—Porque soy el creador del Movimiento Psicodramático en Latinoamérica. Escribí el primer libro en castellano sobre psicoterapia de grupo de niños y adolescentes, y coordino el Centro de Psicodrama Psicoanalítico Grupal.

—He sido testigo de que usted siempre que habla de Cuba se emociona mucho.

—No puedo evitarlo. Cuba es un modelo espiritual que alimenta a muchas personas, un lugar hacia donde mirar. La Revolución cubana es un bastión, un ejemplo ético para los de mi generación. Chávez también es un ejemplo a seguir.

—Estuvo usted en la gran marcha del pueblo cubano.

—Sí, porque me siento muy ligado al espíritu de la Revolución cubana y muy influido por el Che, Fidel y Camilo. Quiero a Cuba y apoyo y admiro a Fidel.

—¿Y qué vio en la marcha del viernes?

—Vi a un pueblo dispuesto a jugarse la vida por su Revolución. Sin embargo, no creo que Bush haya comprendido el mensaje que Fidel le envió. Es demasiado bruto como para ser sensible a esas palabras.

“Es muy difícil luchar contra un ignorante, porque alguien así hace cualquier cosa. Aunque no le será fácil invadir este país. Tendría que destruirlo todo con misiles. Cuerpo a cuerpo no lo hará, porque muchas personas saldrían a luchar y ellos no quieren perder tantos marines”.


lunes, mayo 17, 2004

DISCURSO DEL COMANDANTE FIDEL CASTRO, EN LA MARCHA DEL PUEBLO COMBATIENTE REALIZADA EL VIERNES 14/5/2004 FRENTE A LA OFICINA DE INTERESES DE EE.UU. EN LA HABANA, FRENTE A MÁS DE 1.200.000 MANIFESTANTES

Proclama de un adversario al gobierno de Estados Unidos

Señor George W. Bush: el millón de cubanos que nos reunimos hoy para marchar frente a su Oficina de Intereses, es solo una pequeña parte de todo un pueblo valiente y heroico que quisiera estar aquí junto a nosotros si físicamente fuese posible.

No se reúne en gesto hostil contra el pueblo de Estados Unidos, cuyas raíces éticas, originarias de la época cuando emigraron a este hemisferio los primeros peregrinos, conocemos bien. No deseamos tampoco molestar a los funcionarios, empleados y guardianes de esa instalación que, en el cumplimiento de sus misiones, gozan de toda la seguridad y garantías que un pueblo culto y civilizado como el nuestro es capaz de ofrecer. Es un acto de indignada protesta y una denuncia contra las brutales, despiadadas y crueles medidas que su gobierno acaba de adoptar contra nuestro país.

De antemano conocemos lo que usted piensa o pretende hacer creer de los que por aquí marcharán. En su opinión se trata de masas oprimidas y ansiosas de libertad lanzadas a la calle por el gobierno de Cuba. Ignora por completo que al pueblo digno y altivo que ha resistido 45 años la hostilidad, el bloqueo y las agresiones de la potencia más poderosa de la Tierra, ninguna fuerza del mundo podría arrastrarlo como un rebaño, atado cada uno de ellos con una cuerda en el cuello.

Un estadista, o alguien con la pretensión de serlo, debiera saber que las ideas justas y realmente humanas a lo largo de la historia han demostrado ser mucho más poderosas que la fuerza; de esta van quedando polvorosas y despreciables ruinas; de aquellas, rasgos luminosos que nadie podrá apagar. A cada época le han correspondido las suyas, tanto buenas como malas, y todas se han ido acumulando. Pero a esta etapa que vivimos, en un mundo bárbaro, incivilizado y globalizado, le han correspondido las peores y más tenebrosas e inciertas.

No existe en el mundo que usted quiere hoy imponer la menor noción de ética, credibilidad, normas de justicia, sentimientos humanitarios ni los más elementales principios de solidaridad y generosidad.

Todo lo que se escribe sobre derechos humanos en su mundo, y en el de sus aliados que comparten el saqueo del planeta, es una colosal mentira. Miles de millones de seres humanos viven con hambre, sin alimentos suficientes, medicinas, ropa, zapatos, viviendas, en condiciones infrahumanas, sin los más mínimos conocimientos y suficiente información para comprender su tragedia y la del mundo en que viven.

A usted seguramente nadie le ha informado cuántas decenas de millones de niños, adolescentes, jóvenes, madres, personas de mediana o mayor edad que podrían salvarse, mueren cada año en este "idílico edén de sueños" que es la Tierra, ni a qué ritmo se destruyen las condiciones naturales de vida y se está despilfarrando en un siglo y medio, con terribles efectos nocivos, los hidrocarburos que el planeta tardó 300 millones de años en crear.

A usted le bastaría pedir a sus ayudantes los datos precisos de las decenas de miles de armas nucleares, químicas, biológicas, aviones de bombardeo, misiles de certera puntería, gran alcance y precisión, acorazados, portaaviones, armas convencionales y no convencionales con que cuentan sus arsenales, suficientes para poner fin a la vida en el planeta.

Ni usted ni nadie podría conciliar el sueño nunca. Tampoco sus aliados, que tratan de emular el desarrollo de sus arsenales. Si se toma en cuenta el bajo coeficiente de responsabilidad, el talento político, los desequilibrios entre sus respectivos estados y el poquísimo ánimo de reflexionar, entre protocolos, reuniones y asesores, los que tienen en sus manos el destino de la humanidad, pocas son las esperanzas que puedan albergar cuando contemplan, entre perplejos e indiferentes, este manicomio real en que se ha convertido la política mundial.

El objetivo de estas líneas no es ofenderlo ni insultarlo; pero como usted se ha propuesto intimidar, atemorizar a este país, y finalmente destruir su sistema económico-social y su independencia, y de ser necesario su propia existencia física, considero un deber elemental recordarle algunas verdades.

Usted no tiene moral ni derecho alguno a hablar de libertad, democracia y derechos humanos, cuando ostenta el poder suficiente para destruir la humanidad y con él intenta imponer una tiranía mundial, ignorando y destruyendo la Organización de Naciones Unidas, violando los derechos de cualquier país, llevando a cabo guerras de conquista para apoderarse de los mercados y los recursos del mundo, imponiendo sistemas políticos y sociales decadentes y anacrónicos que conducen a la especie humana al abismo.

Usted, por otras razones, no puede mencionar la palabra democracia: porque, entre ellas, su ascenso a la Presidencia de Estados Unidos todo el mundo sabe que fue fraudulento. No puede hablar de libertad, porque no concibe otro mundo que el regido bajo el imperio del terror de las mortíferas armas que sus manos inexpertas pueden lanzar sobre la humanidad.

No puede hablar de medio ambiente porque ignora por completo que la especie humana corre el riesgo de desaparecer.

Usted acusa de tiranía al sistema económico y político que ha conducido al pueblo de Cuba a los más altos niveles de alfabetización, conocimientos y cultura, entre los países más desarrollados del mundo; que ha reducido la mortalidad infantil a un índice menor que el de Estados Unidos, y cuya población recibe gratuitamente todos los servicios de salud, educación y otros de gran trascendencia social y humana.

Suena hueco y risible escucharlo a usted hablar de derechos humanos en Cuba. Este es, señor Bush, uno de los pocos países de este hemisferio donde jamás en 45 años hubo una sola tortura, un solo escuadrón de la muerte, una sola ejecución extrajudicial, ni un solo gobernante que se haya hecho millonario en el ejercicio del poder.

Usted carece de autoridad moral para hablar de Cuba, un país digno que ha resistido 45 años de brutal bloqueo, guerra económica y ataques terroristas que han costado miles de vidas y decenas de miles de millones de dólares en pérdidas económicas.

Usted agrede a Cuba por razones políticas mezquinas, en busca del apoyo electoral de un grupo decreciente de renegados y mercenarios, sin ética ni principio alguno. Usted no tiene moral para hablar de terrorismo, porque lo rodean un grupo de asesinos que mediante actos de ese tipo han causado la muerte de miles de cubanos.

Usted no disimula su desprecio por la vida humana, porque no ha vacilado en ordenar la muerte extrajudicial de un número desconocido y secreto de personas en el mundo.

Usted no tiene derecho alguno, que no sea el de la fuerza bruta, a intervenir en los asuntos de Cuba y proclamar a su antojo el tránsito de un sistema a otro, y adoptar medidas para llevarlo a cabo.

Este pueblo puede ser exterminado —bien vale la pena que lo sepa—, barrido de la faz de la Tierra, pero no sojuzgado ni sometido de nuevo a la condición humillante de neocolonia de EstadosUnidos.

Cuba lucha por la vida en el mundo; usted lucha por la muerte. Mientras usted mata a incontables personas con sus ataques indiscriminados preventivos y sorpresivos, Cuba salva cientos de miles de vidas de niños, madres, enfermos y ancianos en el mundo.

Usted lo único que conoce sobre Cuba son las mentiras que emanan de las bocas voraces de la mafia corrompida e insaciable de antiguos batistianos y sus descendientes, expertos en fraudes electorales y capaces de elegir Presidente en Estados Unidos a alguien que no obtuvo los votos suficientes para alcanzar la victoria.

Los seres humanos no conocen ni pueden conocer libertad en un régimen de desigualdad como el que usted representa. Ninguno nace igual en Estados Unidos. En los guetos de personas de origen africano y latino, y en las reservas de indios que poblaron esa tierra y fueron exterminados, no existe otra igualdad que la de ser pobres y excluidos.

Nuestro pueblo, educado en la solidaridad y el internacionalismo, no odia al pueblo norteamericano ni desea ver morir a jóvenes soldados de su país, blancos, negros, indios, mestizos, latinoamericanos muchas veces, a quienes el desempleo los arrastró a enrolarse en unidades militares para ser enviados a cualquier rincón del mundo en ataques traicioneros y preventivos o en guerras de conquista.

Las increíbles torturas aplicadas a los prisioneros en Iraq han dejado estupefacto al mundo.

No pretendo ofenderlo con estas líneas —ya lo dije. Solo aspiro a que en cualquier instante de ocio algún ayudante suyo ponga delante de usted estas verdades, aunque realmente no sean en absoluto de su agrado.

Puesto que usted ha decidido que nuestra suerte está echada, tengo el placer de despedirme como los gladiadores romanos que iban a combatir en el circo: Salve, César, los que van a morir te saludan.

Solo lamento que no podría siquiera verle la cara, porque en ese caso usted estaría a miles de kilómetros de distancia, y yo estaré en la primera línea para morir combatiendo en defensa de mi patria.

En nombre del pueblo de Cuba,
Fidel Castro Ruz

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