lunes, marzo 22, 2004

BUSH Y LOS DERECHOS HUMANOS

Un pequeño infierno


Por Nicanor León Cotayo

En algo más de dos años, el Gobierno de Estados Unidos ha levantado un pequeño infierno en la base militar que tiene impuesta en Guantánamo.

Allí concentraron a más de 600 personas, entre ellas niños, que en lo fundamental capturaron en Afganistán durante los días de la guerra contra ese país.

Los suplicios aplicados contra ellas, algunos propios de la era medieval o del nazismo, han provocado numerosas críticas internacionales contra Washington.

Narraciones de prisioneros que estuvieron en ese lugar tienden a confirmar esta situación, hecho en el que se continúa destacando el caso de cinco británicos.

Como se dijo, llegaron recientemente a su nación de origen, y desde ese momento han denunciado los horrores sufridos a manos de militares de Estados Unidos.

Uno de ellos, Jamal Al Harith, declaró en Londres, el 12 de marzo al periódico Daily Mirror, que en la referida base del Pentágono fue víctima de constantes atropellos y tratos degradantes.

Negó cualquier vinculación con el terrorismo, así como dijo que lo mantuvieron esposado durante largos periodos y le golpearon al rehusar una inyección.

El ex prisionero relató a la publicación cómo sus guardianes norteamericanos humillaron a los detenidos musulmanes, llevándoles prostitutas que se desnudaban ante ellos.

"Esto sucedió una decena de veces, siempre con la presencia de gente muy joven o conocida por ser fervientes religiosos", quienes luego, añadió, permanecían hasta un mes sin hablar de algo tan ofensivo para sus creencias.

Otros tres británicos, Shafiq Rasul, Asif Iqbal y Rhuhel Ahmed, explicaron en Londres que después de tres meses de prisión, en una celda de aislamiento, fueron obligados a firmar una declaración en la que admitían la mentira de haber sido testigos de una reunión entre Osama Bin Laden y Mohamed Atta, el jefe de los pilotos suicidas del 11 de septiembre del 2001.

Ahmed, de 22 años de edad, manifestó que fue interrogado cerca de 200 veces durante su estancia en Afganistán y en la base del Pentágono, con la participación, junto a estadounidenses, de agentes de los servicios secretos británicos.

En el primer lugar, subrayó, "estuve todo el tiempo de rodillas y con un hombre detrás que me apuntaba con una pistola en la cabeza".

El abogado del ex prisionero Tarek Derqoul distribuyó un comunicado en Londres, donde hizo saber que este recibió malos tratamientos médicos, sufrió interrogatorios bajo amenaza y vivió en condiciones inhumanas.

La abogada británica Louise Christian, quien sigue los casos de dos presos de esa nacionalidad en la base militar, advirtió en esa capital al Gobierno de Anthony Blair que lo demandará por "complicidad y participación" en la captura de esas personas.

Christian desafió a las autoridades nacionales para que en siete días aclaren la presencia de su Servicio de Inteligencia en los interrogatorios y torturas para lograr declaraciones.

A pesar de todo lo revelado, un vocero del Pentágono declaró en Washington que no aclararán tales denuncias. Se trata del comandante Michael Shavers, quien afirmó el 15 de marzo: "Esas alegaciones son totalmente inventadas, son mentiras", y por esa razón "no investigaremos".

La Casa Blanca se niega a afrontar la realidad que continúa asomándose en cuanto a sus prisioneros en la citada base, e incluso tiende una barrera ante quienes pretenden visitar ese lugar.

Pero un hecho sí va deslizándose porfiadamente a través del mundo: Se trata de un pequeño infierno donde almacenan y destruyen a seres humanos.


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