miércoles, marzo 17, 2004

Quema las naves
Hoy: Fábula China

Se cuenta que allá para el año 250 A.C., en la China antigua, un príncipe
de la región norte del país estaba por ser coronado emperador, pero de
acuerdo con la ley, él debía casarse.
Sabiendo esto, él decidió hacer una competencia entre las muchachas de la
corte para ver quién sería digna de su propuesta.
Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría en una celebración
especial a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los
comentarios sobre los preparativos.
Sintió una leve tristeza porque sabía que su joven hija tenía un
sentimiento profundo de amor por el príncipe.
Al llegar a la casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que
ella quería ir a la celebración.
Sin poder creerlo le preguntó:
¿Hija mía, que vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de
la corte estarán allí. Sácate esa idea insensata de la cabeza.
Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva
locura"
Y la hija respondió: "No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy
loca.
Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos
por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz"
Por la noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas
más bellas, con las más bellas ropas, con las más bellas joyas y con las
más determinadas intenciones.
Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío: "Daré a cada una de
ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis
meses será escogida por mí esposa, futura emperatriz de China"
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que
valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean: costumbres,
amistades, relaciones, etc.
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en las artes
de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura de su semilla, pues
sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que
preocuparse con el resultado.
Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que
conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero
su amor era más profundo.
Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su
esfuerzo y dedicación la muchacha le comunicó a su madre que sin importar
las circunstancias ella regresaría al palacio en la fecha y hora acordadas
sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío.
Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la
otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca
había visto una escena tan bella.
Finalmente, llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de
las pretendientes con mucho cuidado y atención.
Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado.
Aquella bella joven con su vaso vacío sería su futura esposa.
Todos los presentes tuvieron las más inesperadas reacciones.
Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había
cultivado nada. Entonces, con calma el príncipe explicó:
"Esta fue la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en
emperatriz: la flor de la "honestidad". Todas las semillas que entregué
eran estériles"

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